¿Qué son las hormonas
sexuales?
Las hormonas sexuales son las sustancias que
fabrican y segregan las glándulas sexuales, es decir, el
ovario en la mujer y el testículo en el varón. El ovario
produce hormonas sexuales femeninas, es decir, estrógenos y
gestágenos, mientras que el testículo produce hormonas
sexuales masculinas o andrógenos. El estrógeno más importante
que sintetiza el ovario es el estradiol, mientras que la
progesterona es el más importante de los gestágenos. La
testosterona es el andrógeno que produce el testículo.
Las
hormonas sexuales femeninas desempeñan una función vital en la
preparación del aparato reproductor para la recepción del
esperma y la implantación del óvulo fecundado, mientras que
los andrógenos intervienen de manera fundamental en el
desarrollo del aparato genital masculino. Todas las hormonas
sexuales se sintetizan a partir del colesterol.
Los
folículos ováricos son el lugar de producción de estrógenos y
progesterona. Estas hormonas se segregan de forma cíclica, con
una secuencia que se repite cada 28 días aproximadamente
durante la edad fértil de la mujer, y que se conoce con el
nombre de ciclo menstrual. A partir de una determinada edad,
que oscila entre los 40 y 60 años, la función ovárica se
agota, se reduce la producción hormonal y cesan los ciclos
menstruales. Este fenómeno biológico se conoce como
menopausia.
La
testosterona se produce en unas células especializadas del
testículo llamadas células de Leydig. La producción de
testosterona en el hombre se reduce también con el
envejecimiento, aunque de forma menos brusca y marcada que en
el sexo femenino.
¿Cómo se controla la producción de hormonas
sexuales?
La síntesis de las hormonas sexuales
está controlada por la hipófisis, una pequeña glándula que se
encuentra en la base del cerebro. Esta glándula fabrica, entre
otras sustancias, las gonadotropinas, que son las hormonas
estimulantes del testículo en el hombre y del ovario en la
mujer. Al llegar la pubertad se produce un incremento en la
síntesis y liberación de gonadotropinas hipofisarias. Estas
llegan al testículo o al ovario donde estimulan la producción
de las hormonas sexuales que, a su vez, dan lugar a los
cambios propios de la pubertad. En la mujer la secreción de
gonadotropinas es cíclica, lo que da lugar a la secreción
también cíclica de estrógenos y progesterona y a los ciclos
menstruales femeninos.
Por
otro lado tanto estrógenos como andrógenos ejercen el llamado
efecto de retroacción negativa, es decir, que estas hormonas
son capaces de frenar la producción de gonadotropinas
hipofisarias, regulando también ellas mismas la secreción
hipofisaria.
¿Qué funciones desempeñan las hormonas
sexuales?
Los estrógenos son responsables de buena
parte de los cambios que experimentan las niñas al llegar a la
pubertad. Estimulan el crecimiento de la vagina, ovario y
trompas de Falopio, así como el desarrollo de las mamas y
contribuyen a la distribución de la grasa corporal con
contornos femeninos. Participan también en el periodo de
crecimiento rápido de la pubertad conocido como estirón
puberal. En las mujeres adultas los estrógenos y la
progesterona participan en el mantenimiento de los ciclos
menstruales. En la primera fase del ciclo hay proliferación de
la mucosa de la vagina y del útero. Al final del ciclo el cese
de la secreción de estrógenos y progesterona provoca la
menstruación.
Durante la pubertad los andrógenos provocan la
transformación del niño en varón adulto. Producen un aumento
del tamaño del pene y del escroto, aparición de vello pubiano
y aumento rápido de la estatura. Los andrógenos hacen que la
piel sea más gruesa y oleosa. Estimulan el crecimiento de la
laringe, con el consiguiente cambio en el tono de voz, y
favorecen la aparición de la barba y la distribución masculina
del vello corporal. Otra consecuencia de la actividad
androgénica es el cese del crecimiento de los huesos largos
por fusión de las epífisis después del estirón puberal. Los
andrógenos, junto con las gonadotropinas, son necesarios para
la producción y maduración del esperma. Además, los andrógenos
son hormonas anabólicas, es decir, favorecen la síntesis de
proteínas y el desarrollo muscular y son la causa del mayor
tamaño muscular del varón con respecto a la mujer.
¿Cómo actúan las
hormonas sexuales?
Los tejidos
sensibles a los estrógenos, principalmente aparato reproductor
femenino, mama e hipófisis, contienen en el interior de sus
células una proteína receptora, es decir, una sustancia con
capacidad de unirse a los estrógenos que circulan en la
sangre. El complejo estrógeno-proteína se traslada al núcleo
de la célula, donde se encuentran los genes. Como consecuencia
de esta acción se estimula la síntesis de ácidos nucleicos y
proteínas específicas de esos tejidos.
La testosterona actúa de una forma
similar, sin embargo, antes de unirse a su receptor, las
células de la mayoría de los tejidos sensibles a los
andrógenos la transforman ligeramente, convirtiéndola en una
sustancia parecida llamada dihidrotestosterona, que es la que
finalmente se une al receptor y pasa al núcleo
celular.
¿Cómo se administran las hormonas
sexuales?
Existen diversos
preparados farmacéuticos que contienen hormonas sexuales
naturales y sintéticas. La forma más común de administración
de hormonas femeninas es en comprimidos orales. Recientemente
se han comenzado a emplear con gran aceptación los preparados
transdérmicos, es decir, que se absorben a través de la piel,
ya sea mediante parches o mediante geles. Disponemos también
de implantes subcutáneos y de aplicaciones vaginales de
estrógenos.
Los
andrógenos se administran habitualmente en forma de
inyecciones intramusculares cada 2-4 semanas, ya que tienen
una duración prolongada. Existen también parches e implantes
de testosterona. Hay también comprimidos orales de derivados
de testosterona, pero no se recomiendan para el tratamiento
sustitutivo de hormona sexual masculina.
¿Qué utilidad práctica tienen las hormonas
sexuales?
El principal empleo
práctico de las hormonas sexuales femeninas es como
anticonceptivos orales, es decir, para evitar el embarazo.
Aunque existen muchos preparados farmacéuticos en el mercado,
la mayoría de ellos contienen un estrógeno más un gestágeno.
El efecto inhibidor de las hormonas femeninas sobre la
secreción de gonadotropinas es la causa de que las píldoras
anticonceptivas mantengan al ovario en reposo, frenando toda
su actividad.
Los
estrógenos se emplean también para el tratamiento de los
síntomas asociados a la menopausia (sofocos, sudores
nocturnos, sequedad vaginal) y para evitar la pérdida de masa
ósea (osteoporosis) que sufren las mujeres de forma más
intensa cuando cesa la función ovárica. Los estrógenos también
son muy útiles para el tratamiento de los hipogonadismos
femeninos, es decir, situaciones en las que, al llegar la
pubertad, una niña no experimenta los cambios puberales
normales por enfermedad ovárica (fracaso ovárico primario) o
hipofisaria (hipogonadismo secundario). Otros usos de los
estrógenos son el tratamiento de la atrofia vulvar y vaginal y
como tratamiento paliativo en algunos casos de cáncer de mama
y de próstata.
La
principal utilidad de los gestágenos es su combinación con los
estrógenos en las pildoras anticonceptivas, pero también se
han utilizado para el tratamiento de algunos casos de
hemorragias uterinas, dismenorrea, tensión premenstrual,
endometriosis, aborto habitual y cáncer de
endometrio.
La
indicación terapéutica más clara de los andrógenos es el
tratamiento del hipogonadismo masculino, es decir, el fracaso
del testículo para producir testosterona que puede deberse a
enfermedad testicular o a enfermedad hipofisaria y puede
presentarse antes de la pubertad (en cuyo caso no se
desarrollan los caracteres sexuales masculinos) o después de
ella. En algunos tipos de anemia los andrógenos tienen
utilidad clínica, ya que favorecen la producción de glóbulos
rojos.
Los
andrógenos se han empleado con la intención de favorecer el
desarrollo muscular y aumentar la fuerza y el rendimiento
atlético. Sin embargo, esta no es una indicación reconocida y
conlleva el riesgo de efectos adversos. Otras aplicaciones
clínicas en las que pueden emplearse andrógenos incluyen el
edema angioneurótico hereditario, algunos casos de talla baja
y como tratamiento paliativo en algunas pacientes con
carcinoma de mama avanzado
¿Qué riesgos conlleva la administración de
hormonas sexuales?
Los estrógenos
pueden producir náuseas, pérdida de apetito, diarrea, vómitos,
mareos, dolores de cabeza, molestias en las mamas, retención
de líquido y aumento del peso. En ocasiones los estrógenos
pueden producir elevación de la tensión arterial y de los
niveles de glucosa en la sangre.
Los
estrógenos favorecen la coagulación de la sangre. Por ello, el
empleo de algunos preparados como los anticonceptivos orales
aumenta el riesgo de padecer enfermedad tromboembólica, es
decir, favorece la formación de coágulos sanguíneos dentro de
los vasos y sus consecuencias, tales como la tromboflebitis y
el tromboembolismo.
Algunos investigadores han encontrado que el uso
de estrógenos se asocia a un aumento de la incidencia de
tumores de endometrio. Por ello, los estrógenos deben
emplearse siempre en combinación con gestágenos en mujeres que
conservan el útero después de la menopausia. Algunos estudios
han sugerido también una mayor incidencia de tumores de mama,
aunque esta es una cuestión muy debatida y sobre la que hoy en
día se sigue investigando.
Los
estrógenos deben emplearse con precaución en pacientes con
historia de enfermedad cardiaca, renal o hepática y con
trastornos de la vesícula biliar. Por estas razones, antes de
iniciar tratamiento con estrógenos, una mujer debe ser
informada de los beneficios y los riesgos, y debe hacerse una
valoración individual de cada caso.
Los
andrógenos pueden producir masculinización si se usan en
mujeres y trastornos del crecimiento si se emplean en niños.
Cuando se emplea en varones con hipogonadismo la testosterona
se tolera muy bien. Puede producir algunos efectos
indeseables, como retención de líquido, acné, ginecomastia
(crecimiento de las mamas) y cambios molestos en el deseo
sexual. También pueden empeorar una enfermedad prostática
previa, aumentar del número de glóbulos rojos y producir
alteraciones del sueño. Los parches transcutáneos pueden
producir irritaciones de la piel. Algunos andrógenos orales
(los llamados agentes 17-alquilados) pueden producir lesiones
hepáticas. No deben emplearse andrógenos en pacientes con
cáncer de próstata
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